PERDER O GANAR NO TIENE IMPORTANCIA, LO IMPORTANTE ES JUGAR FUERTE, LIMPIO Y DIVERTIRSE (Alfred Mills, fundador del Athletic de Bilbao)

miércoles, 23 de noviembre de 2016

CUANDO FUIMOS LOS MEJORES


Se dice que toda persona identificada con un grupo humano determinado, requiere de una serie de historias o leyendas que haga más fuerte esa cohesión del grupo. Muchas veces, con el paso del tiempo, las glorias del pasado se convierten en leyendas, adornadas con datos muchas veces confusos que le dan un espíritu épico, legendario, mítico y misterioso…

Por eso quiero tratar hoy sobre el fútbol, pero en su aspecto deportivo, un fútbol fuera de las cámaras de televisión, de las cifras económicas millonarias, de los futbolistas mediáticos que anuncian colonias y calzoncillos. Se trata del fútbol aficionado, equipos desconocidos que también merecen su lugar en la historia, formados por 11 tíos en calzoncillos luchando por un trozo de cuero y sólo por el placer de practicar un deporte, pero tratando siempre de encontrar la victoria manteniendo una competitividad como el mejor equipo profesional.

Para ello nos vamos a trasladar al pasado, en nuestra Aretxabaleta, nació un equipo de camiseta celeste y pantalón blanco, allá por el año 1946. En sus primeros años fue ganando prestigio entre los habitantes del pueblo, ya que los aficionados al fútbol no podían trasladarse a grandes distancias y apoyaban con fuerza a los equipos de los pueblos, aquí no fue menos y se convirtió en uno de los equipos más seguidos del valle. Pero vayamos a la temporada 1971 -1972, apareció un equipo inolvidable, fueron capaces de hacer una gesta que posiblemente nunca más se llegue a repetir, podríamos llamarle el "EQUIPO DE LOS SUEÑOS" del Aretxabaleta, se han cumplido 40 años y para homenajearles os contaré esta historia y algunas leyendas, no se si todas seran verdad pero forma parte de la mitología de este equipo, de nuestra U.D.A. Ahora en estos tiempos difíciles para el fútbol aficionado, tenemos que contar estas cosas a los chavales, porque no sólo los equipos profesionales millonarios tienen trofeos y victorias a las que aferrarse, defendamos el fútbol auténtico, el de la calle, el del pueblo.

Al comienzo de la temporada 71 -72 el Aretxabaleta se encontraba en la categoría de Regional Preferente, teniendo en cuenta que no existía 2.B por lo que estaría en la cuarta división del fútbol nacional. Por aquel entonces los equipos que militaban en esta categoría también disputaban el Campeonato de Guipúzcoa de Aficionados, el Campeonato de España de Aficionados (representaba a su provincia el equipo campeón de Guipúzcoa) y como hemos dicho la correspondiente liga de Preferente, que daba acceso a la final por el ascenso a Tercera División. Todavía no se  esperaba al troyano que escribe esto, pero sólo hace falta darse un paseo por el campo de fútbol y escuchar a los que si vivieron aquel fútbol, porque era muy diferente al actual, con menos equipos y por lo tanto con menos categorías, era mucho más difícil llegar incluso a los primeros equipos de los pueblos y el fútbol base sólo estaba representado por un equipo Juvenil. Los más dotados del pueblo, alcanzaban un puesto en el equipo, que también estaba formado por otros futbolistas del entorno, las equipos tenían bajos presupuestos pero lo suficiente para pagar una prima que a muchos les venía muy bien, cada club ofrecía sus mejores recursos para atraer a los jugadores de mayor calidad. Además, la gente cuenta que era un fútbol más rudo, más físico y que apenas se realizaban cambios, prácticamente sólo en caso de lesión.

Aquel era un equipo cohesionado y fuerte, consiguió el título de Campeón de Guipúzcoa y se ganó el derecho a participar en el Campeonato de España, donde nacería la leyenda que se cuenta, en una competición que se jugaban eliminatorias de ida y vuelta contra equipos de cualquier lugar, una especie de copa para aficionados, pero allí estaban los mejores equipos de esta categoría y alcanzar las últimas eliminatorias era harto complicado. Ellos fueron pasando eliminatorias, contra equipos gallegos, catalanes y de otros sitios, hasta que prácticamente sin darse cuenta llegaron a la final que disputarían contra el Imperial de Murcia. Cuenta el mito, que en una de aquellas eliminatorias les tocó jugar contra algún equipo acostumbrado a campos duros, en el partido de ida perdieron por un marcador abultado, sin ser capaces de adaptarse al terreno de juego. Pero en el partido de vuelta disputado en Aretxabaleta el equipo visitante se encontró con una ingrata sorpresa, el campo se encontraba de barro hasta las orejas a pesar de que había amanecido con un sol radiante, al parecer alguien se había dejado en marcha el regadío. El Aretxabaleta aplastó a sus rivales y consiguió pasar la eliminatoria con una victoria apabullante, ¿cuánto será verdad?, No se sabe, pero las historias son así.

La final, que también era doble partido, se disputó el 8 julio 1972 en Aretxabaleta y el 16 julio 1972 en Murcia, por lo tanto tenían el partido decisivo fuera de casa y todos daban por claro favorito al equipo mediterráneo. Aquello tuvo que ser impresionante, en Ibarra animaban a nuestro equipo 4800 almas, prácticamente todo el pueblo, yo me imagino que empujarían con tanta fuerza que sólo pudieron ganar por un ajustado marcador de dos a uno, el primer gol lo marcó el equipo visitante pero el Aretxabaleta pudo marcar dos goles y remontar la eliminatoria que quedaba pendiente para el último partido.

Aquel 16 de julio a las 22:30 de la tarde comenzó el partido en el Estadio de la Condomina, fue un día muy caluroso a lo que no estaban acostumbrados los vascos y jugaban contra un equipo de calidad  apoyado por su afición. El partido tuvo que ser terrible, agónico y emocionante porque aunque el Aretxabaleta marcó primero, el Imperial consiguió meter dos goles forzando la prórroga. Sólo faltaban cinco minutos para el final del partido y los jugadores debían estar exhaustos después de la dura pelea, fue entonces cuando nuestro mítico equipo consiguió marcar un gol y hacerse con el campeonato, era lo más grande que había conseguido el club en toda su historia. Celebraron la victoria bajo los fuegos artificiales que habían preparado los murcianos para celebrar la victoria, pero los fuegos tuvieron que ser en honor del equipo de Guipúzcoa. A pesar de aquello no se conformaron con esta victoria y consiguieron ganar la liga de Preferente, para así disputar la final y conseguir el ascenso venciendo al Tolosa en Atotxa. Habían redondeado la temporada consiguiendo tres títulos y el ascenso, con ello conseguía participar en una liga de nivel nacional.

A la temporada siguiente jugaron contra equipos más poderosos y no pudieron mantener la categoría, pero en la Copa del generalísimo aquel equipo que se comía las eliminatorias avanzó tres rondas y tuvo que ser el Pontevedra de segunda división, el que derribará al Aretxabaleta después de sus hazañas en la competición del K.O. No podemos olvidar estas impresionantes victorias, a veces los sueños más difíciles se pueden hacer realidad, el pez pequeño puede fajarse con el pez grande. La vorágine de la globalización, los medios de comunicación, el fútbol negocio rodeado de millones traídos por magnates, con equipos plagados de estrellas extranjeras han hecho que los aficionados caigan en esta ola desenfrenada y olviden que los equipos de sus pueblos un día formaron parte de los placeres de sus habitantes, todos los niños deseaban jugar en los equipos del pueblo, en vez de comprarse las botas de las superestrellas del fútbol mundial, soñaban con vestirse la camiseta azul celeste del Aretxabaleta.

Éstos eran los nombres del Equipo de los Sueños, los que consiguieron la legendaria gesta, Viteri, Murgoitio, Apellaniz, Unzueta (capitán), Iturraspe, Etxagibel, Patxi, Corral, Cámara, Idigoras y Calvo. Y suplentes: Uribarren, Mayora, Isasmendi y Esteban.



El trofeo de campeón descansa ahora en las vitrinas del club, esperando que los ojos curiosos de algún aficionado se posen sobre él, que los niños pregunten quien consiguió esa copa tan grande cubierta de polvo, que destaca en las baldas en los pasillos del vestuario del Ibarra, en Aretxabaleta, Guipúzcoa.



HECTOR DE TROYA

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