El domingo fue el líder de la competición el que visto el
Ibarra, estando en juego los puestos nobles de la clasificación. La alineación
atxabaltarra la formaban Castellanos, Olabe, Etxabe, Mikel, García, Eraña,
Urtzi, Rodrigo, Sánchez, Ander y Arizmendi. El primero en marcar fue el
Anaitasuna hacía el final de la primera parte, aunque Sánchez consiguió igualar
el marcador antes del descanso. En la segunda mitad la UDA hizo más
oportunidades sin consecuencias.
Un empate que sigue manteniendo las aspiraciones del equipo
entre los más fuertes de la liga de División de Honor.
Pos.
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Taldea
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Puntuak
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JP
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IP
|
BP
|
GP
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EA
|
AT
|
KT
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1
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ANAITASUNA C.D.
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26
|
12
|
8
|
2
|
2
|
0
|
26
|
8
|
2
|
AMAIKAK BAT K.E.
|
25
|
12
|
8
|
1
|
3
|
0
|
16
|
7
|
3
|
ARETXABALETA K.E.
|
24
|
12
|
7
|
3
|
2
|
0
|
22
|
9
|
4
|
MUTRIKU F.T.
|
24
|
12
|
7
|
3
|
2
|
0
|
22
|
13
|
5
|
MONDRAGON C.F.
|
23
|
12
|
7
|
2
|
3
|
0
|
25
|
14
|
6
|
HERNANI C.D.
|
22
|
12
|
7
|
1
|
4
|
0
|
22
|
15
|
7
|
ZARAUTZ K.E.
|
21
|
12
|
6
|
3
|
3
|
0
|
28
|
18
|
LITERATURA DEL FÚTBOL
Hace un tiempo escuché en la radio una entrevista al ex
entrenador Ángel Cappa y su hija, la periodista María Cappa. Trataron el
polémico tema del profesionalismo del fútbol, poniendo el énfasis de cómo el
negocio del fútbol, como una cara más del capitalismo, ha alterado los valores
del deporte. De esta manera el beneficio se impone sobre el sentimiento de
pertenencia a unos colores, a un lugar. Además el resultado es lo importante,
hay que ganar y cada día se juega menos por el mero hecho de gozar y hacer
gozar.
Pues bien, me vino a la mente el libro ”El fútbol a sol y
sombra, del escritor uruguayo Eduardo Galeano, en un apartado relata con maestría
la realidad del futbolista profesional, ese concepto de ganar por encima de todo,
olvidando el simple placer de jugar por el beneficio de un patrocinador. Aquí
os lo dejo para disfrutarlo juntos.
Eduardo
Galeano
El jugador
Corre,
jadeando, por la orilla. A un lado lo esperan los
cielos
de la gloria; al otro, los abismos de la ruina.
El
barrio lo envidia: el jugador profesional se ha salvado
de
la fábrica o de la oficina, le pagan por divertirse,
se
sacó la lotería. Y aunque tenga que sudar como una
regadera,
sin derecho a cansarse ni a equivocarse, él
sale
en los diarios y en la tele, las radios dicen su nombre,
las
mujeres suspiran por él y los niños quieren imitarlo.
Pero
él, que había empezado jugando por el placer
de
jugar, en las calles de tierra de los suburbios, ahora
juega
en los estadios por el deber de trabajar y tiene la
obligación
de ganar o ganar.
Los
empresarios lo compran, lo venden, lo prestan; y él
se
deja llevar a cambio de la promesa de más fama y más
dinero.
Cuanto más éxito tiene, y más dinero gana, más
preso
está. Sometido a disciplina militar, sufre cada día el
castigo
de los entrenamientos feroces y se somete a los
bombardeos
de analgésicos y las infiltraciones de cortisona
que
olvidan el dolor y mienten la salud. Y en las vísperas
de
los partidos importantes, lo encierran en un campo
de
concentración donde cumple trabajos forzados, come
comidas
bobas, se emborracha con agua y duerme solo.
En
los otros oficios humanos, el ocaso llega con la
vejez,
pero el jugador de fútbol puede ser viejo a los treinta
años.
Los músculos se cansan temprano:
-Éste
no hace un gol ni con la cancha en bajada.
-¿Éste?
Ni aunque le aten las manos al arquero.
O
antes de los treinta, si un pelotazo lo desmaya de
mala
manera, o la mala suerte le revienta un músculo, o
una
patada le rompe un hueso de esos que no tienen
arreglo.
Y algún mal día el jugador descubre que se ha
jugado
la vida a una sola baraja y que el dinero se ha
volado
y la fama también. La fama, señora fugaz, no le
ha dejado ni una cartita de
consuelo.